domingo, 17 de diciembre de 2006

Una revolución democrática

No somos testigos de los cambios que se avecinan, somos los protagonistas

A lo largo del siglo XIX una revolución tecnológica, socioeconómica y cultural lo cambió todo, la llamada “revolución industrial”. Con la perspectiva que proporciona el tiempo, estos cambios no fueron nada si los comparamos con los que estamos viendo en la actualidad, ¿cómo le vamos a llamar a esta nueva revolución? Todavía no lo sabemos, posiblemente porque estamos inmersos en ella, aunque lo que sí tenemos ya identificado es el entorno en el que se está desarrollando, la Sociedad de la Información.

Si la anterior revolución se caracterizó por cambiar lo manual por lo industrial, la actual prescinde de lo manual y sustituye lo industrial por el conocimiento; lo real por lo virtual; los bienes materiales por los contenidos, por el conocimiento, en definitiva por la INFORMACIÓN.

Pero quizás lo más característico de esta nueva revolución sea la velocidad y la democratización de sus cambios, y de esto hay un culpable fundamental: Internet. Gracias a su exponencial difusión- el número de usuarios está creciendo a un índice de un 10% al mes- Internet ha permitido que los cambios sean globales: en cuanto se “presenta en sociedad” un nuevo avance tecnológico, al poco tiempo su aplicación es universal sin importar donde esté el usuario, su formación cultural, sexo o edad.
Como era de esperar, los gobiernos se ha puesto las pilas y están implantando políticas para fomentar la utilización de las nuevas tecnologías asociadas a la sociedad de la información, apoyando el desarrollo de programas de investigación, y sobre protegiendo a los ciudadanos ya que, a mayor número de usuarios, mayores son los riesgos.

Pero paradójicamente, la democratización de las nuevas tecnologías y el uso masivo de gadgets tecnológicos hacen que estemos más solos que nunca, que nos comuniquemos más pero en la distancia, sin contacto físico, sin proximidad real, creando relaciones virtuales, basadas y sostenidas por la tecnología. ¿Se ha preguntado alguien cual sería el futuro de estas relaciones si se produjera un apagón tecnológico?

Amparo Portabales Dobaño

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