martes, 23 de enero de 2007
La burbuja cubana
Mientras en España y en toda la órbita de los países civilizados estamos inmersos en un debate sin fin sobre el futuro del periodismo digital, en otras naciones no muy alejadas geográficamente del primer mundo apenas conocen el contenido de este nuevo espacio de información y mucho menos el significado de los términos que forman parte de los incipientes canales de comunicación. Después de 20 días en Cuba he constatado que la brecha que existe entre unos países y otros se amplía y que naciones como la cubana continúan inmersas en una burbuja casi infranqueable.
¿Han intentado entrar en el vínculo de la entradilla relativo a Cuba? No sigan intentándolo. Es la página oficial del Gobierno de la isla caribeña sobre comercio electrónico. No está operativa. La conocida en el ámbito turístico como la perla del Caribe es catalogada en el mundo electrónico como la burbuja (casi) infranqueable.
Los noticieros de la televisión cubana sólo informan sobre los supuestos avances del sistema castrista, la nueva oleada bolivariana encarnada por Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y el sandinista Daniel Ortega y, por supuesto, sobre los errores del Gobierno norteamericano.
La prensa escrita es más de lo mismo. El Granma es un panfleto de ocho páginas en el que se acumulan artículos infumables y de escaso interés y en cuya página web existe incluso la posibilidad de acceder a los interminables discursos de Fidel , traducidos a ocho idiomas, incluidos el ruso y el árabe.
Hasta aquí ninguna novedad que todos no sepamos. Más o menos todos tenemos una idea aproximada de que no existe libertad de expresión, que en las cárceles cubanas habitan presos políticos, que la voz de los disidentes está vetada y que la burbuja creada por el régimen para evitar que sus ciudadanos conozcan otras realidades continúa siendo casi infranqueable.
Cierto es que muchos se las han ingeniado para abrir una puerta al exterior a través de las prohibidas antenas parabólicas, la creación de cuentas de correo electrónico (penadas si no son oficiales) y la simple comunicación telefónica con el exterior con amigos y parientes.
El sistema se resquebraja igual que las casas coloniales de La Habana y muchos ciudadanos cubanos han comenzado a abrir una leve capa en la hasta ahora intocable burbuja comunicativa, pero es sólo un rayo de esperanza en un país marcado por un sistema político agotado y un bloqueo norteamericano intolerable. Mientras ambos hechos se mantienen vigentes, la mayoría de los cubanos malviven en un mundo sin salida al exterior.
Octavio Caraballo
octavio.caraballo@senado.es
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