En 1993, el Gobierno estadounidense hizo público el Plan de Actuación (The National Information Infrastructure: Agenda for Action) en el que se reflejaba claramente la intención de construir una “autopista electrónica”. Desde entonces, con la misma velocidad que han avanzado los países desarrollados en aspectos tecnológicos y comunicativos, la brecha digital en el Tercer Mundo se ha hecho cada vez más profunda. Y es que, la ‘sociedad de la información’, abanderada por Internet va camino de convertirse no sólo en el paradigma del futuro –ya lo es del presente-, sino también, en la mayor de las desigualdades sociales.
Manuel Castells, en su libro La Galaxia Internet define la divisoria digital como “la desigualdad en el acceso a Internet” . Sin embargo, este nuevo cleavage no se reduce únicamente a las dificultades de acceso a la World Wide Web. Más bien, debería hacer referencia a la exclusión a que se ven sometidos determinados colectivos con respecto a las nuevas formas de cultura y los novedosos roles comunicativos que implican, necesariamente, las nuevas tecnologías. El Imperio tecnológico de los países más ricos, con el avance de la informática a pasos agigantados y con el peligro, según Miquel de Moragas, de convertirse en una sociedades “de bits” más que en una sociedades “de la información” deja a los gobiernos y a los ciudadanos menos favorecidos con una única opción: estar sometidos a quienes tienen el poder del siglo XXI.
De un tiempo a esta parte, la gestión y producción de conocimientos ha sustituido al dinero como fuente de poder de las naciones. Ahora, y cada vez más en el futuro, el poder va necesariamente ligado al conocimiento, una cualidad que, indiscutiblemente, está íntimamente relacionada con las nuevas tecnologías. En este sentido, los entornos menos desarrollados van progresivamente quedándose “fuera del mundo”, más atrasados. No hablan por teléfono móvil ya que, probablemente, no tienen ni constancia de la existencia del teléfono fijo, como tampoco de Internet, de los IPods o de las PDA’s. Pero no sólo eso. Cada vez su acceso a la información es menor, puesto que carecen de medios de comunicación ‘grandes’ que puedan plantar cara a las multinacionales de noticias del primer mundo, por lo que la pluralidad de puntos de vista que les llega es menor. No hay que olvidar que, lejos de aplicar actuaciones glocales, en el sentido de pensar globalmente y actuar localmente, lo que se está haciendo desde los conglomerados informativos (que sólo existen en el primer mundo) es dar una visión única del mundo, que no es otra que la que les conviene a ellos, la que les es útil, aquella que solamente ellos son capaces de manejar. De esta forma, lo único que consiguen es, pues, hacer que la brecha digital y comunicativa se convierta en una herida cada vez más difícil de curar.
Manuel Castells, en su libro La Galaxia Internet define la divisoria digital como “la desigualdad en el acceso a Internet” . Sin embargo, este nuevo cleavage no se reduce únicamente a las dificultades de acceso a la World Wide Web. Más bien, debería hacer referencia a la exclusión a que se ven sometidos determinados colectivos con respecto a las nuevas formas de cultura y los novedosos roles comunicativos que implican, necesariamente, las nuevas tecnologías. El Imperio tecnológico de los países más ricos, con el avance de la informática a pasos agigantados y con el peligro, según Miquel de Moragas, de convertirse en una sociedades “de bits” más que en una sociedades “de la información” deja a los gobiernos y a los ciudadanos menos favorecidos con una única opción: estar sometidos a quienes tienen el poder del siglo XXI.
De un tiempo a esta parte, la gestión y producción de conocimientos ha sustituido al dinero como fuente de poder de las naciones. Ahora, y cada vez más en el futuro, el poder va necesariamente ligado al conocimiento, una cualidad que, indiscutiblemente, está íntimamente relacionada con las nuevas tecnologías. En este sentido, los entornos menos desarrollados van progresivamente quedándose “fuera del mundo”, más atrasados. No hablan por teléfono móvil ya que, probablemente, no tienen ni constancia de la existencia del teléfono fijo, como tampoco de Internet, de los IPods o de las PDA’s. Pero no sólo eso. Cada vez su acceso a la información es menor, puesto que carecen de medios de comunicación ‘grandes’ que puedan plantar cara a las multinacionales de noticias del primer mundo, por lo que la pluralidad de puntos de vista que les llega es menor. No hay que olvidar que, lejos de aplicar actuaciones glocales, en el sentido de pensar globalmente y actuar localmente, lo que se está haciendo desde los conglomerados informativos (que sólo existen en el primer mundo) es dar una visión única del mundo, que no es otra que la que les conviene a ellos, la que les es útil, aquella que solamente ellos son capaces de manejar. De esta forma, lo único que consiguen es, pues, hacer que la brecha digital y comunicativa se convierta en una herida cada vez más difícil de curar.
Por Marisol Vicedo Cerdá (marisol.vicedo@gmail.com)
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA:
Castells, Manuel. La galàxia Internet. Reflexions sobre Internet, empresa i societat. Ed. Rosa dels Vents. 2002.
Moragas, Miquel. Internet y comunicación. Primeras etapas 1995-2000. Portal de la comunicación UAB. (requiere ser usuario registrado)
Castells, Manuel. La galàxia Internet. Reflexions sobre Internet, empresa i societat. Ed. Rosa dels Vents. 2002.
Moragas, Miquel. Internet y comunicación. Primeras etapas 1995-2000. Portal de la comunicación UAB. (requiere ser usuario registrado)
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